Furono i settori più
moderni e dinamici, e anzitutto la siderurgia e l'industria cotoniera, le
forze che più energicamente lottarono, insieme con la grande cerealicoltura,
per l'approvazione della tariffa del 1887. Le forze nuove del capitalismo
italiano venivano così a incontrarsi con gli esponenti dell'agricoltura, e
diciamo pure dei settori più retrivi dell'agricoltura. In effetti, sotto i
colpi della crisi agraria là cerealicoltura nazionale aveva cominciato da
anni a invocare tariffe protettive. Ma se questo protezionismo granario
servirà a salvaguardare nella pianura padana i centri più avanzati
dell'agricoltura nazionale, servirà anche a mantenere nel Mezzogiorno le
condizioni di arretratezza di una cerealicoltura ancora radicata nel
latifondo a coltura estensiva. Da ciò le polemiche violentissime che si
volsero, allora e poi, dentro questo "blocco industriale-agrario", che
faceva pagare ai consumatori l'alto livello della rendita fondiaria e che,
rincarando le derrate alimentari e perciò i salari operai, finiva per
ostacolare lo stesso sviluppo industriale.
Tuttavia, è difficile pensare che dalla situazione determinatasi nelle
campagne italiane si potesse agevolmente uscire per altre strade. La
trasformazione della cerealicoltura in altre produzioni avrebbe richiesto
un'opera di trasformazione agraria ingentissima, specie nel Mezzogiorno, per
la quale mancavano, a non dir altro, i capitali necessari. Ora, come ha
scritto il Corbino, "capitali non ce n'erano, e la gente non voleva, né
poteva, aspettando, morire di fame". Comunque, la protezione granaria finì
per imporsi, così da ascendere prima da 3 a 5 lire a quintale, e poi a 7,50.
Persino uomini che sulle prime l'avevano avversata, come il Fortunato e il
Sonnino, finirono più tardi per farsene sostenitori, in nome degli interessi
formatisi nel frattempo, della necessità di compensare l'agricoltura della
protezione concessa all'industria, del Mezzogiorno; mentre i liberisti più
coerenti, come l'Einaudi, continuarono nelle loro polemiche, appellandosi
proprio all'interesse generale del mondo rurale, sacrificato alla tutela dei
particolari interessi della sola granicoltura.
E, accanto all'agricoltura, un'altra vittima veniva in primo piano dopo la
tariffa del 1887; ed era il Mezzogiorno, che certo ne venne colpito, non
solo per le difficoltà incontrate dalle sue esportazioni agricole
specializzate dopo la riduzione delle nostre importazioni industriali; ma
anche per l'obbligo, che il protezionismo impose al consumatore meridionale,
i cui redditi venivano così falcidiati, di acquistare sul mercato interno i
prodotti industriali, a prezzi assai più alti di quelli esistenti sul
mercato internazionale. In tal modo, il meccanismo di sviluppo dell'economia
italiana, che già nel periodo precedente si era fondato su una gravosa
compressione delle campagne, con la tariffa del 1887 si imperniava sullo
sfruttamento del mercato meridionale da parte dell'industria del Nord, ormai
abbastanza forte per invadere il terreno abbandonato dalla concorrenza
estera. Si veniva così ad accentuare, tra Nord e Mezzogiorno, il tipico
fenomeno della concentrazione delle iniziative e dei capitali nelle zone più
progredite, le cui condizioni di favore tenderanno perciò ad accrescersi
rispetto a quelle già più arretrate del Mezzogiorno.
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Los
sectores más modernos y dinámicos, sobretodo las industrias siderúrgica y
algodonera, fueron aquellos que lucharon con la mayor energía junto a los
productores de cereales para lograr la aprobación de la tarifa aduanera de 1887. De
tal manera los nuevos protagonistas del capitalismo italiano comenzaron a
trabajar con los agricultores, incluso los de los sectores agrícolas
más atrasados. De hecho, los productores de cereales habían comenzado a
pedir tarifas proteccionistas para defenderse de la crisis agraria desde
hacía ya varios años atrás. Pero aunque el proteccionismo logró proteger a los
centros agrícolas más avanzados de la llanura Padana, en el sur de Italia (adonde la producción de cereales todavía estaba basada en el latifundio de
agricultura extensiva) lo que hizo fue mantener el retraso en las condiciones de
producción. Surgieron polémicas violentísimas al interior de este "bloque
agrario-industrial", que encarecía los precios de los alimentos para hacer
recaer sobre el consumidor los altos costos de las haciendas, y que,
aumentando los precios de los productos agrícolas y así también
los salarios de los obreros, terminava por obstaculizar el desarrollo industrial.
Sin embargo, era difícil resolver de otra manera el problema que se
había creado en los campos. La conversión de la producción de cereales en
otros tipos de producción hubiera requerido una transformación agraria
enorme, sobretodo en el sur de Italia, y faltaba el capital necesario - entre
otros factores. Ahora bien, como ha escrito Corbino: "faltaba el capital y
además la gente no quería ni podía morir de hambre mientras esperaba". El
proteccionismo terminó por imponerse y el precio del quintal de grano
subió, primero de 3liras a 5 liras, y luego a 7.50 liras. Incluso polticos que al
principio se habían opuesto, como Fortunato y Sonnino, terminaron por
apoyarlo en nombre de la necesidad de compensar a la agricultura
por el proteccionismo concedido a la industria en el sur del país. Por su
parte, los liberales más coherentes, como por ejemplo Einaudi, continuaron
sus polémicas en nombre del interés general del mundo rural, sacrificado (según ellos) a
la tutela de los intereses particulares y exclusivos de los productores de
cereales.
Además de la agricultura, la tarifa aduanera de 1887 causó otra victima: el
sur de Italia. Este se vió afectado no solamente por las dificultades que
encontraron sus exportaciones agrícolas especializadas luego de la reducción
de las importaciones industriales, sino además por la obligación de comprar
en el mercado interno los productos industriales que el proteccionismo
impuso al consumidor del sur, a precios mucho más altos que los del mercado
internacional (y por ende con menoscabo de sus rentas). De tal manera el desarrollo industrial italiano, que en el período precedente
se había basado en una fuerte asfixia de los campos, con la tarifa de aduanera 1887
pasó a basarse en
la explotación de los mercados del sur del país por parte de las industrias
del norte, ya suficientemente robustas para colmar el
vacío dejado por el retiro de la competencia exterior. Así se acentuó
el fenómeno característico de la concentración de las iniciativas y los capitales en
las zonas más avanzadas del norte, cuyas condiciones favorables
se acentuaron con respecto a las condiciones ya de por sí más atrasadas del
sur de Italia.
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Traducido por Héctor Zapatero. |